Wednesday, June 30, 2010

El respeto por la realidad del otro


Virtualidad vs Realidad

Siempre se dijo el papel lo aguanta todo, en el sentido de que se puede escribir en él cualquier insubstancialidad, sin requerir compromiso alguno con expresiones, ideas o comportamientos que en él expresemos. Pues bien, la capacidad de aguante de lo escrito en Internet en este sentido de falta de compromiso no tiene límites.

En la incomprensión más absoluta de sus entrañas – la mayoría somos usuarios de la red, que no informáticos -, jugamos con lo virtual y lo real, hasta que la delimitación de ambos conceptos llega a confundirse. Pierden su sentido, y nosotros en el maremagno de la red perdemos el norte, confundiendo situaciones reales con situaciones virtuales.

La virtualidad del medio transciende nuestra realidad, traspasa la barrera de todos nuestros sentidos. Solo con presionar unas teclas cambiamos de identidad, hacemos realidad lo soñado sin esfuerzo, encontramos la vía de escape para mostrar las facetas más recónditas de nuestra personalidad, y lo más dramático: siempre encontramos un interlocutor virtual dispuesto a creernos a corazón abierto.

Tan nefasto para nuestro crecimiento personal resulta el hecho de poder cambiar nuestra personalidad virtual en función de las circunstancias, como encontrar al interlocutor “perfecto” para nuestra propuesta, es algo así como meter un desconocido en nuestra habitación.

La identidad digital es el vehículo que hace realidad en la red cualquiera de nuestros personajes y lo más “atractivo” y peligroso es que los virtuales cambios ocurren sin comprometer -aparentemente- el entorno real. El juego de la mentira está servido.

La inmediatez de la respuesta en la red es un morbo añadido. Respondemos a sus estímulos por impulsos. Nuestras neuronas a miles de kilobites de velocidad, no tienen tiempo para pensar y manifestarnos serena, pausada y conscientemente.

Así, construimos una pirámide de amigos virtuales a tenor de las necesidades del momento, donde las características de cercanía y espontaneidad de la red imprimen una peligrosa calidez y “veracidad” a la virtual relación.

Creamos una comunidad virtual que se erige en plascebo para evitar afrontar la tediosa realidad. Establecemos contactos virtuales con personas desconocidas que directamente se sumergen en una intimidad ajena. Con conocidos, cuyos contactos se potencian exponencialmente por las variables de cercanía y espontaneidad de la red, de manera que de repente son tratados íntimamente. Y la mayoría de las veces, retomamos contacto con personas que en otros momentos tuvieron una relación presencial más o menos estrecha con nosotros.

La relación que en cualquiera de estos casos se establece es tan ficticia, que cuesta mucho trabajo llamar amigo/a a las personas que solo mantienen relaciones a través del medio virtual.

Pero el hecho globalizado es que las relaciones interpersonales han cambiado. Todos nos comunicamos con nuestros amigos a través de la red, hito sociotecnológico indiscutible. Todos hacemos amigos, conocemos a los amigos de nuestros amigos, y a los amigos de los amigos de nuestros amigos. Y lo peor: conocemos las medias verdades y las mentiras que todos ellos se cuentan, y como no, todas las verdades que se omiten.

Así las cosas, contamos con una batería de virtuales amigos para la descarga de emociones banales, a los que virtualmente hacemos presente en nuestra cotidianidad. Consultamos compulsivamente el medio decenas de veces al día. Hemos creado la peligrosa dependencia y obligación virtual de ser reconocidos, respondidos y aseverados incondicional e inmediatamente por nuestros virtuales amigos. Las interferencias con la realidad están servidas.

Y lo verdaderamente grave es que esta comunicación virtual en sus diferentes manifestaciones –mail, msn, facebook, etc-, nos hacen olvidar no solo nuestra realidad, sino el respeto por la realidad del otro, que es el más simple de los códigos morales.

El resultado de confundir lo virtual con lo real, se convierte en una adicción que nos evade de cualquier contrariedad. Así a la más mínima y real desestabilización emocional, se recurre a los virtuales amigos y se lanzan virtuales dardos envenenados a la red, en forma de manifestaciones que en ningún momento real se expresarían cara a cara a los amigos. Y a la misma velocidad de la red banalizamos los sentimientos. Los propios y los ajenos.

La perdida de conciencia de la realidad nos precipita a no respetar la vida, la estabilidad, las decisiones de los demás; olvidamos la virtualidad de los contactos, olvidamos que realmente no estamos incluidos en las vidas de nuestros virtuales amigos.

La virtualidad de la red potencia la falta de mesura en nuestras expresiones. Y así son habituales las virtuales manifestaciones pseudo-afectivas que proporcionan un efímero y egocéntrico placer y a la vez tanto daño causan a la persona en sí y a su entorno real: “un beso enorme”, “siempre fuiste especial para mi”, “tengo tantas ganas de verte”, “te espero ansiosa”, “que distinta hubiesen sido las cosas si yo...”, “un beso muy fuerte en la boca”, “sueño contigo”, “eres la persona más especial que he conocido”, “cada vez te recuerdo más”, “como has podido estar tanto tiempo sin saber de mi”, “tu lo hacías todo diferente”, “un besazo”, “necesito verte”, podríamos escribir folios con cientos de virtuales pulsiones huecas de contenido del mismo corte, y que todos hemos escrito y/o recibido con sorpresa.
Y aunque la realidad nada tiene que ver con estas formas de expresión, la virtualidad potencia la ligereza con que ponemos a prueba la estabilidad emocional propia y la ajena, la de las familias y la de las parejas respectivas; nos precipita a el autoengaño, a evadir la propia realidad y la del pobre amigo-víctima, por el hecho -transitorio y anodino la mayoría de las veces-, de no aceptar lo único que verdaderamente nos pertenece, nos identifica, por lo único que podemos trabajar y luchar, lo único que podemos ofrecer sinceramente: nuestra realidad.

Internet ha cambiado nuestra sociedad, ya no somos los mismos, la virtualidad ha cambiado nuestra realidad. Pero no toda la realidad de nuestra vida es la que pasa por la red. La facilidad del acceso a la gran red de redes a abierto una nueva dimensión social que requiere uno de los mayores desafíos: educarnos para el uso ético de ella.
El futuro real de la virtualidad: impredecible.

1 comment:

Anonymous said...

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Anonymous said...
En efecto Maja te copio una noticia al respecto: El envío de un MSN con un mensaje en el que se evidencia una infidelidad, ya es considerada una prueba para poder divorciarse. También los correos electrónicos.

"La razón más habitual: la gente mantiene charlas inapropiadas de contenido sexual con gente que no debe".

Facebook se ha convertido en una de las causas más comunes de divorcio por las "Charlas subidas de tono con los "amigos" cibernéticos ".

Los elementos tecnológicos son una herramienta más de prueba, siete de cada diez divorcios por infidelidad se inician por : SMS, e-mails, chats o redes sociales.

En el 43% la prueba de infidelidad fue un SMS y el 29% un e-mail. Le siguen los chats y las redes sociales.