Thursday, June 24, 2010

Y ahora qué

La desestabilización social, económica, laboral, universitaria, familiar y personal se ha globalizado en el comienzo de este siglo XXI.

La crisis es mundial y unipersonal. Se han cimbreado los cimientos del edificio de la humanidad. La presión ejercida en los "pisos superiores" de la evolución, el progreso y el bienestar social han hecho tambalear al monumental Empire State. Los valores elementales utilizados para su construcción, cuando menos, sufren de aluminiosis.

¿Y ahora qué? nos preguntamos.

Las desigualdades manifiestas y las desavenencias entre continentes, estados, naciones, autonomías, regiones, comarcas, pueblos, etnias y familias formamos el maltrecho rascacielos de la humanidad, que ya no tolera más apuntalamientos transitorios, más parches de emergencia que salven el edificio.

La crisis viene de lejos. De sobra sabemos que no se arregla con planes económicos, políticos, sociales, ni pastorales. Las reformas exigidas son mucho más profundas. Mucho más drásticas.

La situación ha llegado a tal punto de degradación, que su componenda requiere la sensibilización no de los pecados cometidos y su culpa, sino del sufrimiento al que están sometidas tantas personas a causa de ella.

La solución a tanto dislate global y general no es la solidaridad, ni viene de los estamentos sociales. La solución es unipersonal.


Cada elemento del edificio humano debe revisarse. Cada material debe replantearse. El arreglo exige "honradez sin componendas, verdad sin acomodos, firmeza sin prepotencia, amor sin fingimiento, “llevarnos unos a otros”, combatiendo el mal con el bien", como profetizó Monseñor Romero hace tres décadas.

Volver cada hombre a la bondad y a la confianza en los demás seres humanos. Volver a la verdad personal que hemos perdido en aras de una falsa verdad universal que nos engulle y nos vomita a la globalización como una media pondera, sin exigirnos responsabilidad y robándonos la satisfacción de nuestro personal hacer. Verdad clara y en lenguaje actual, aunque sea política y socialmente incorrecta.

Verdad que no solo remueva las entrañas del sufrimiento, sino que nos comprometa con nosotros mismos en cada acción personal, a pesar de los riesgos y rechazos que ello conlleve.

Cada hombre ejerciendo su verdad. Verdad que te hace libre y, lo más importante, permite que los demás puedan también acceder a su verdad y a su libertad personal.

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